De las cosas que echamos mano casi sin darnos cuenta, entre las más comunes, indispensables y nobles, se erige ella: la servilleta de papel.
Un cuadrado imperfecto de textura homogénea doblado dos veces en otro cuadrado imperfecto que extendido podría haber sido parte del proyecto absorbente de un rollo de papel higiénico.
Su primer destino vino en la bolsa de cien iguales unidades de cuatro páginas, láminas u hojas aplanadas. Debió pasar por un cilindro giratorio que le selló la superficie dándole ese relieve desparejo, ese aspecto de puntillismo que al tacto se percibe de una suavidad algo áspera, lo suficiente para saberla una herramienta segura, que aprehende. Ninguna planicie lisa de la cual desconfiar al pensarla para cualquiera de los fines usuales y los imprevistos en los que aparece como objeto de primeros auxilios.
Impoluta y frágil se la ignora importante y se la sabe útil; tomada de su envase da fe de su pureza y al menor tizne se desecha como usada, despreciable, acreedora del impiadoso descarte.
Papel de anotaciones al vuelo, apuradas; de lista improvisada de compras. Secadora de cafés derramados sin querer sobre la mesa. Limpiadora de restos indiscretos fuera la boca, de excesos de lápiz labial en las comisuras. Difusora de maquillaje a falta de esponja y brocha, de delineador excedente. Paño de lágrimas. Pañuelo de mocos y de contención de estornudos. Marcapáginas del libro en la cafetería. Envoltorio del emparedado caliente. Compañía inseparable de la comida enviada a domicilio. Secante de superficies húmedas, mojadas. Posavasos de copas de vino en brindis de inauguraciones, presentaciones o de vasos de whisky en reuniones políticas, empresariales o de grupos de presión.
Recurso casi imperceptible en el bolsillo del pantalón o en el fondo de la cartera para salvar la falta de papel en el baño de la oficina, el restaurant, la discoteca. O para enjugar la transpiración en el momento incómodo que no se tiene otro objeto cerca para entretener los dedos, distraer los nervios, descargar la tensión.
Aguanta doblarla y desdoblarla. Reseca la ramita cortada, la flor arrancada, entre sus poros astringentes aislándolas entre las páginas del libro.
Mojada parece disolverse, desintegrarse, como si en vez de papel su materia fuera la sal o el azúcar. De hecho, plegada como un barquito y puesta a navegar, naufraga.
De papel la servilleta
Delicada y prístinahasta que una mano la toca
la doblala manchala arruga
y pierde su donaire
y la forma
y el origen
y la esencia
sirviendo la servilleta.
Soporte de extravíos
de citas y poemas
de rimmel y labiales
de kétchup y mostaza
de menopáusicos calores
y grasientos sudores
de brindis y deshielos
de flores marchitas
de lágrimas y consuelode pliegues deshojados
sin la fortuna de las margaritas.
Paso fugaz,vida frágil,
final de gloria,
siempre útil
siempre presta
sirviendode mano en mano
desde enjugar la frente
hasta secar la herida,
de la mesa de comensa
lesa la tapa de un baño
entre la cartera y el bolsillo
la vianda y el cumpleaños
siempre prestade mano en manopaso
fugaz,
vida frágil,
final de gloria,
deshecha o enhiestacomún e imprescindiblela servilleta.
*Publicado en el II Mundial de Escritura, durante la primera quincena de 2020.