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No hay mal que dure 100 años

By 08/07/2020 diciembre 16th, 2020 No Comments

“2011: El año que el mundo se indignó. La historia no se repite, da vueltas y se reinventa. 2011 fue el año de la primera protesta ciudadana global contra la injusticia del sistema de poder y el deterioro de la calidad de vida humana y del planeta. Las redes sociales, máxima expresión por ahora del uso de la internet, son el medio de comunicación emergente más democrático y popular en poco más de un lustro a nivel mundial”. Punto.


Al fin largué la computadora dejando listo el título de tapa de la edición de diciembre y me apuré a cerrar la mochila, echar un vistazo a que el escritorio quedara más o menos en orden, apagar las luces y poner los candados a la persiana. El aire tibio de la calle no era lo más refrescante que hubiera deseado en ese momento pero eché a andar animada porque pronto quedaría atrás un año atravesado por la mala suerte.


En casa me esperaba, como cada Nochebuena, la cocina a mis anchas para preparar la cena familiar y me sacudí cualquier resto de mala onda. Al fin y al cabo, fue mala suerte y ya está.Me había quedado con los crespos hechos. En 1997 debí ser de las primeras que escribió sobre la hermosa dedicatoria de García Márquez a esa chica rebelde, compositora, de cabellos enrojecidos, pies descalzos y guitarra compañera de versos entrañables y voz melódica y zigzagueante, como años después deslumbraría meneando caderas en “Suerte” y el Mundial de Fútbol en Sudáfrica. La había seguido aprendiendo sus canciones, una tras otra, de memoria. Diez años después subí a un avión para verla en el estadio de Vélez Sarsfield a 20 filas del escenario, parada sobre una silla de plástico y cantando, desde el público medio apagado, como si estuviera loca o en otro lado.


Unos meses atrás Feldman anunció que Shakira llegaba al Estadio Tahuichi Aguilera, en Santa Cruz de la Sierra, con su última gira “El Dorado”. Negada a pedir favores o canjes de entradas por chivos publicitarios, no dudé en anotarme para conseguir la nota del año. Por ahí hasta una foto cholula, como la que me saqué con Ismael Serrano. ¡Qué caradura que fui! Encima que semejante personaje amado no tuvo el menor reparo en acceder a la foto de su admiradora, me tuvo que ver volver hacia él a pedirle si podíamos sacarnos otra porque no podía ser que saliera serio y yo feliz, con toda la dentadura brillando. Qué reir después. Qué se habrá quedado pensando pero ahí guardo mi foto con Serrano y yo con caras de fiesta.


Recogí la credencial. Shakira, además, hacía el concierto el día de mi cumpleaños. Me tomé el día libre. Hacía un frío y había un viento, como cada fecha mía, pero estaba segura que pasada la tarde, la noche sería un homenaje a esta cercanía merecida de afecto y admiración, de vidas transcurridas cada una a su propio paso.


Me envolví en mi mantita predilecta recostada en el sillón a juntar calor y disfrutar un descanso antes de alistarme para la gran cita. Ensimismada, irrumpió el sonido del timbre. Pensé en salir pronto a atender con el sobresalto. Me enredé en la mantita, dos pasos en falso, resbaló y como alfombra voladora, me arrastró al piso y tironeó mi brazo.

Quedé inmóvil, más que de la caída porque me di cuenta enseguida que había pasado algo malo. Sí, tenía afuera el hombro. Grité con el resto de respiración que me quedaba el nombre de Hijo 4. Me oyó, menos mal, apareció y anonadado, me escuchó instruirle: Me disloqué. No puedo pararme. Ayudame a levantarme y si lloro, no te asustés que es el dolor. Tenés que llevarme a Emergencias, me tienen que volver a poner el brazo.


El clima cambió a la hora del concierto, como había intuído. Paró el viento, pasó de largo el frío. Al día siguiente, voló Shakira a su siguiente concierto. Mi brazo estaba inmóvil, ya no dolía desde el momento que el traumatólogo lo estiró y lo puso en su lugar. Me dolían el estómago, la cabeza, los ojos, la rabia, la pena, la foto y la nota exclusiva con la trovadora de la banda sonora de mi juventud, la tapa soñada de mi pequeña revista.


Sonreí mirándome en el vidrio de la tapa abierta de la cocina y brindé por la vida, el cabestro y mi desencuentro con Shakira: Al final, mi hombro de alguna forma había mejorado, estaba ante un Año Nuevo para subir el ánimo y empezar de nuevo pero a ella ninguna cirugía ni jabón le iba a borrar de la historia a Maluma y mi decepción.


Me reí solita de mi mal consuelo y subí el volumen a la música. Era hora de celebrar lo bueno y mirar hacia delante.

“No hay mal que dure cien años

Ni cuerpo que lo aguante

Y lo mejor siempre espera

Adelante.

Y un día después

De la tormenta

Cuando menos piensas

Sale el sol…”


* Publicado en el II Mundial de Escritura, durante la primera quincena de julio de 2020.

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