Cuando la renuncia y el abandono del cargo dejaron al país sumido en un vacío de poder, Ella estuvo a la altura de una circunstancia que no buscó ni imaginó.
Ella, que fue Constituyente en medio de la violencia, la persecución y aún asi terminó su mandato.
Ella, hija de San Joaquín, un pueblo de provincia, que fue Senadora de un departamento postergado de Bolivia.
Ella, que venía de 14 años de oposición militante sin prensa ni gran visibilidad por no ser parte del eje central, ni de la lista oficial de políticos destacados, según la élite que maneja la opinión pública.
Ella, que por minoría estaba de Vicepresidente del Senado cuando renunciaron los que le antecedían en la sucesión presidencial.
Ella, que sin su valor y determinación Bolivia no tendría esta nueva posibilidad de ir a elecciones limpias y libres, con un Tribunal idóneo y en un proceso duro y diario de pacificación.
Ella, que sin su opción estaríamos condenados a alternativas divididas que fueron incapaces de unirse en un frente urbano y rural, andino, chaqueño, valluno, llanero y amazónico, contra un modelo distinto a los últimos lustros de despilfarro, inmoralidad, envilecimiento y decadencia.
Ella, que tiene la experiencia del Estado, el temple y la capacidad de hacer lo que se tiene que hacer en consulta con la gente y las leyes.
Ella, que en persona es tan sencilla, humilde y transparente, tan auténtica y más agradable aún de lo que aparenta cuando la vemos a lo lejos, igual de libre en la calle como en el Palacio Quemado, sin rimbombancias, sin aires de poder, sin parafernalia ni estridencias.
Ella, que tuvo el coraje de hacerse cargo o que siguiera la debacle institucional.
Ella, que es mujer y sabe que lo primero es lo primero y no por eso deja de hacer todo lo que puede en corto tiempo.
Ella, me llena de orgullo y es mi Presi.
Ella, si no ¿quién?
