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30 segundos antes del fin del mundo

By 02/07/2020 diciembre 16th, 2020 No Comments

¿Qué me faltó hacer? ¿Qué olvidé decir? El tiempo se acabó y con él la historia que no escribí, la novela que viví.


Suspiro. Pudo encontrarme este instante final sola y no, justo nos tocó, a diferencia de estos últimos 30 años de idas y venidas a encontrarnos en casa o en Santiago, juntos como hubiéramos querido, como habíamos soñado.


Si todo acaba en medio de este infierno, amor, sé que los niños sobrevivirán y tendrán a su alcance las herramientas que heredamos de los abuelos, las que nos sirvieron el 2020 en la pandemia, las que se llevan en el bolsillo del corazón y la estantería de la memoria.


Esperanza que es luz, en vez de la gris expectativa, como el día que decidimos ser felices antes de renunciar a la vida por un puesto más alto. El mundo siguió de largo, siguió yéndose al carajo. Mientras, reíamos tanto, reíamos abrazados.


Un libro escondido que sirva de caja del último ahorro para emergencia, como aquella vez que puse en el bolsillo de mi pequeño un billete de metro junto a la dirección del hostal por si se perdía en la ciudad de la furia y no temiera de andarla en libertad, que siempre habría un modo de volver a casa.


Una hoja en blanco, un lápiz, donde inventar un juego, anotar un sueño, dejarle una pista a quien no nos atrevimos a decirle algo.


Una ventana al parque, a un patio con maceta, a un árbol pintado en una pared. Una ventana abierta es libertad.


La puteada justa, al aire, a nadie. No guardarse nada que irrite la memoria o alimente el ego.La mayúscula al comienzo y el punto al final, que no quede resquicio de que el idioma es nuestro.


El plato limpio hasta que no quede miga, servirse lo justo para que a nadie le falte.


Menos es más. Cuán a tiempo me deshice de lo que guardaba para ocasiones especiales. Los niños hallarán la mochila roja de viaje y la brújula del sol del día y la luna de noche. Sabrán que volvimos a ser polvo de estrellas, que cuando esto explote tras el fuego consumiendo lo que queme a su paso, vendrán tiempos mejores.


Las penas tienen su duelo y la tristeza dura hasta que duela menos.
Estamos de paso. Las otras respuestas las hallamos haciendo. Que la bondad salva, como el tiempo entrañable de cada segundo a conciencia, siendo presente a cada paso.


Y gratitud en las buenas y en las malas. Como a la hora de dormir, de irse sin certeza del mañana. Que casi nada resulta según lo planificado. Que somos azar, un poco de suerte y mucho de entrega sin esperar otra cosa a cambio.


Ante el final, viene el principio. Esto también pasará aunque no quede nuestro rastro. Está en las historias escrito desde el comienzo de los tiempos. Cada una distinta y en distintas circunstancias pero iguales porque somos humanos.


Todo lo hice, todo lo dije. Escribí mucho.


Vuelco a mirarte y te amo. No digo nada. Estás sentado a mi lado, las espaldas a la pared, la conciencia y el alma en paz, tus ojos hacia el cielo entrecerrados, repasando la vida también quizá. No estamos cansados.


Suspiro.


Ahora sí, todo está en orden. Aprieto tu mano. Cierro los ojos antes de volar y dormir. La vida es un milagro.

* Publicado en el II Mundial de Escritura, la primera quincena de julio de 2020.

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