Cuando me dijo Gaby voy, retrocedí en el tiempo 30 años, como si recién hubiera peinado mis dos colitas de pelo en la primaria después del almuerzo escolar y la siesta en las reposeras, para ir a buscar el elástico. Pensé si mi hermana Anita jugaría a saltar con nosotras en la ancha vereda hasta que el atardecer del húmedo verano, casi poniéndose de noche, a la hora que mamá hacía pizza los domingos. Dicen que no hay que volver a los lugares donde una fue feliz y, como en tantas afirmaciones que leo y pongo en duda hasta romperme la…