Abro los ojos y lo primero que veo es mi casaca carnavalera colgada del gancho de la hamaca empotrado a la pared. Blanca y con esos vivos multicolores que Sandra, como cada año, eligió sin titubear. No tiene bolsillos, lo que me pone a pensar si habré guardado el bolsito impermeable con cierre que el año pasado lleve colgado del cuello y debajo de la camisa. Dejé de fumar pero volver a hacerlo estos tres días de mojazón y carnaval de calle que empiezan a mediodía recorriendo el centro de la ciudad, es un placer del que no me quiero…
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