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Una bomba de paz contra la TV basura

Ya saben que no miro televisión hace más de 10 años por algunas razones más que las expuestas ayer por una estrella de la música nacional, que se cansó del asedio irrespetuoso, el acoso facineroso, la persecución obsesiva y la violencia mediática de uno de los más asquerosos programas de la televisión local.

Le diría a Fabio Zambrana que tiene la potestad de contestar o recibir al medio de comunicación que le parezca y ninguna obligación de atender a cualquiera que no le parezca, aunque sea una figura pública altamente demandada por su oficio.

Igual lo que hace, vale bien. Vale mucho. Vale porque no sólo es completamente cierto lo que denuncia sino que alguien de su valía y un verdadero “influencer”, apoyado por cada uno que esté de acuerdo, puede cambiar el rumbo de la televisión y los medios locales, lograr un alto a la impunidad y una imprescindible mejoría en estos espacios masivos concesionados por el Estado a empresarios privados. La autoridad responsable otorga el permiso y nos preguntamos qué hace después, cuando a nombre de la población que representa admite, permite, hace que no ve, que no oye, que no habla. A título de la libertad de expresión, los medios masivos de comunicación imponen a la población una programación basada en delitos, donde la solución cínica –concordante con el modus operandi- es mandar a las víctimas a que los demanden ante la justicia. Es decir, no sólo que imponen una conducta delictiva a través de medios que les otorga el Estado sino que además pretenden que las víctimas se hagan cargo de destinar tiempo, dinero y fuerzas anímicas a enfrentar procesos judiciales de pronóstico reservado a un  “lo sentimos mucho” si se siente víctima, primero está la libertad de expresión… de los delincuentes, por supuesto, nunca de las víctimas.

¿Qué puede justificar a los propietarios de los medios de comunicación que de cualquier manera harán negocio? ¿Cuál es su necesidad de seguir ensuciando el ambiente? ¿O es que sufren de alguna patología mental o social más allá de cumplir la facturación mensual que precisan para cubrir sus expectativas?

¿Qué venden las empresas auspiciadoras, patrocinadoras, las que ponen publicidad en ese horario que vomita bajeza, vulgaridad, escarnio, acoso y destrozo, violación del honor y de la intimidad, actitudes y acciones delictivas? ¿Es que venden algo bueno en combo con algo tan malo?

#NoMasTVQueDestruye

«Yo quiero que mi hijo viva en un mundo sin programas de TV Basura.  Actualmente existen millones de personas por el mundo sufriendo por la violencia mediática, cayendo en depresión y perdiendo las ganas de vivir», escribió el vocalista de la banda boliviana de música «Azul Azul» en su página personal de Facebook.  Lleva 155.000 reproducciones en menos de 24 horas y más de 6000 veces compartida la transmisión al vivo que realizó explicando su campaña de por vida contra la televisión basura y contando acerca de los miles de mensajes recibidos con historias de vidas destruidas por el «bullying» causado por estos programas.

Yo quise que mis hijos vivieran en un mundo sin programas de TV basura y el año 2001, en mi función de Concejal de Santa Cruz de la Sierra, promoví y logré, contra todo el poder de los propietarios de los medios masivos de comunicación y sus abogados, que se aprobara mediante Ordenanza Municipal el primer Reglamento de Control de Programación de los medios de comunicación, cumpliendo lo que preveía el Código Boliviano del Niño, Niña y Adolescente. Nunca se cumplió. Nunca. Es más, el año 2014, el nuevo Código que supuestamente defiende y protege a la infancia y a la adolescencia, retiró de la ley esa previsión que obligaba a la televisión y a la radio a garantizar que sus programas fueran aptos para la niñez en el horario diurno.

Hace más de 10 años que no miro televisión. Como Fabio, he tenido la capacidad de apagarla a tiempo. Mis hijos no ven televisión abierta. Mis nietos tampoco. Ese privilegio no lo tiene la mayoría y lamento que buenos comunicadores sucumban al escudo facilista y profundamente politizado de la “libertad de expresión”, alineados a la zona de su confort antes que defender a las víctimas del genocidio mental, espiritual y emocional que sufre la sociedad desde hace un par de décadas.

«Comparte este video, que su mensaje llegue al mundo», pide Fabio. Y lo hacemos. Por supuesto.

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