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Lionel Messi, el mejor

La revista Rascacielos sale impresa los domingos junto al periódico boliviano Página 7 y es un primor.  Además, en el número de este domingo 1º de julio, sale mi pequeña contribución en tiempos del Mundial de Fútbol en Rusia 2018:  Lionel Messi, el mejor.

Lo escribí antes de sufrir (él y yo) la derrota argentina en octavos. Lo escribí, porque lo disfruto siempre y también lo pienso ahora.

 

 

 

 

 

Futbolín / Cristiano Ronaldo (Carmen «Piña» Pozo) vs. Lionel Messi (Gabriela Ichaso)

 

Messi, el mejor

 

Para Messi el fútbol es un juego.  Entra a la cancha y empieza a jugar aunque lo marquen entre cuatro los adversarios o no lo acompañen los compañeros. El no quiere jugar solo: Quiere la jugada perfecta.  No le interesan las conferencias de prensa, los grandes titulares, las opiniones de los que miran la cancha de afuera.

Funciona distinto al común.  No compite contra nadie, ni vive de la lisonja o de los pectorales.  Juega y juega. Messi y la pelota, se aman locamente dibujados dentro de un corazón.

Era un niño cuando se lo llevaron de su barrio rosarino a las grandes ligas europeas justamente a eso: A jugar. Lo único que le importa desde siempre.  Barcelona es su lugar y aunque España lo hubiera recibido de brazos abiertos ofreciéndole su selección, Argentina es su patria.

Si no hay equipo, no es su culpa. Si hay equipo, la pelota juega entre sus pies, pasa, recibe, dibuja los espacios con matemática precisión, la que pocas veces le ha fallado al propinarle el puntapié preciso hacia la jugada de gol.

Se concentra de otro modo. Messi juega el juego por el juego.

Para Messi el juego es el fin.

Lio Messi es el extremo silencioso, introvertido y humilde del buen futbolista.

 

 

 

Y ayer, después del lapidario Francia – Argentina, también quise echar a los cuatro vientos mi agradecimiento a este niño de 32 años que nos regala su arte, su magia, su juego:

 

Gracias. Sos el mejor. Aunque no alcance en 11 contra 11 para ganar un Mundial.

Sos el mejor desde hace mucho y ojalá otros niños como vos, aprendan a jugar sin otro cálculo que buscar la jugada perfecta con destreza y humildad, como las que nos dejan boquiabiertos cuando dribleás, sorteás a los marcadores, mandás un pase de dibujo o un gol impensado de trazar en un pizarrón.

Me dio más tristeza tu amargura que el resultado. Me quedo con esta sonrisa tuya, una de las pocas que lograste con la Selección. Y con Jefecito, por siempre, cómo no.

Como dice Inés Seleme, la decepción y el dolor son proporcionales a la ilusión. A la hora de las culpas, todos sabíamos cómo venía esto que al fin terminó.

Ojalá entiendan los que no juegan pero deciden, que es el tiempo de empezar de cero, de la reconstrucción.

Vamos, Argentina.  En las buenas y en las malas, yo te llevo dentro de mi corazón.

 

 

 

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