Semana santa, para unos. Fin de semana largo, para tantos.
Ninguno merece feriado.
El que está de calvario hasta mañana y hasta morir, hoy sigue flagelado en los niños maltratados del mundo, en los hombres y las mujeres perseguidos, acosados y abusados, esclavizados, condenados, asesinados; en la injusticia como arma del miedo y del poder para someter al libre u obtener rédito.
El domingo va a resucitar porque la verdad no se esconde bajo una piedra, aunque la vida no le sea devuelta ni toda la historia de la humanidad pudiera reparar el daño hecho, que sigue haciendo.
Para la fe y para los sin fe, la historia cuenta que un hombre enseñaba y practicaba la pobreza, el ayuno, el amor, el respeto, la justicia. Enseñaba y practicaba política humana. Algo distinto a la política del dinero y de la conquista que gobernó y gobierna al mundo, basada en quien tiene más es mejor.
Fue detenido y fue privado de su libertad sin delito, fue lastimado horrorosamente durante días, fue juzgado por otro que se lavó las manos y condenado a morir colgado y clavado en una cruz.
No olvidemos a la hora de contextualizar la actualidad.
Seamos mejores cada uno en su propia vida y en lo suyo, y a la hora que un semejante sufra calvario parecido, no hagamos la vista a un lado. Así se cargaron a Cristo, ante la claque enardecida pidiendo que liberen a cambio al maleante y el silencio conveniente y cómplice de mantener las amistades romanas.