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La Marcha de las Sillas no fue a Río 2016

Aquilino Gutiérrez corre en silla de ruedas. Es un “runner” incansable, presente en cada una de las corridas organizadas desde fines del año 2013, por el preparador físico y profesional en educación física, Marco Ortiz, y en otros eventos similares. Nos encontramos también en la Corrida de Santa Cruz de la Sierra, del Círculo de Periodistas Deportivos de Santa Cruz, y en la primera Maratón de Santa Cruz de la Sierra, donde ambos lucimos orgullosos nuestros números en la pechera: logramos completar los 5 Km.




En agosto de 2015, Aquilino se preparaba para asistir a los Juegos Nacionales, soñaba con los Juegos Paralímpicos de Río de Janeiro y luchaba con el rodamiento de su silla, que se aflojaba mientras movía acompasadamente, veloz y potente, sus poderosos brazos y manos sobre las ruedas que lo sostenían. Cerquita, casi a su lado, lo acompañé en varios recorridos un poco andando, otro poco al trote, pero no lo alcancé. Casi siempre me ganó y cuando la flojera o el cansancio parecían superarme, lo miraba adelante, enroscando la tuerca de la silla sin parar de correr y me inspiraba a seguir hasta llegar a la meta. Felices y campeones de nosotros mismos.

 

Desde el 7 de septiembre, este año, se realiza la tercera versión de los Juegos Estudiantiles de Educación Especial en el estadio Tahuichi Aguilera, en la que participan 315 estudiantes representantes de 28 centros del departamento de Santa Cruz. Compiten niños con diferentes capacidades intelectuales, visuales, auditivas y motoras en las disciplinas de natación y atletismo. Según el Censo 2012, sólo en el departamento cruceño se identifican a 117.194 personas con discapacidades, de las cuales, 11.140 tienen dificultades auditivas aún con audífonos; 10.264 tienen alguna dificultad para hablar, comunicarse o conversar; 13.418 tienen alguna dificultad para recordar o concentrarse.




El 7 de septiembre, vaya casualidad, comenzaron los Juegos Paralímpicos de Río 2016.  Los agitos (en latín, yo me muevo), las líneas curvas verde, azul y rojo representando el espíritu en movimiento, reemplazaron en el Maracaná a los cinco anillos continentales de las Olimpíadas: frente a ellos y a multitudes presentes y en las pantallas del mundo, a través de algún canal de cable e internet, la estadounidense Amy Purdy, sin pies, ni bazo, ni riñones y medio sorda, bailaba con más gracia y arte que la estrella inigualable de la gimnasia artística, Simone Biles. Aaron “Wheelz” Fotheringham nos paralizó con ese coraje de encarar la rampa en su silla de ruedas, saltar rápido, lejos, alto, en medio de los aplausos y las respiraciones contenidas y los mismos espectaculares fuegos artificiales que iluminaron la noche carioca de los recientes Juegos Olímpicos. Me imaginé cayendo y sobreviviendo a esta pirueta extrema. Me hubiera quedado botada de cara al cielo saboreando el instante de gloria, eterno…

 

El mundo entero vio desfilar a las delegaciones de deportistas de cada país, menos a Bolivia. Bolivia no estuvo, no envió representantes, como si no tuviera campeones o a los suyos, los escondiera… o los castigara. Porque tenerlos a menos, los tenemos. ¿Qué sería de sus vidas si no fuera por sus propias familias y los voluntariados que silenciosamente se organizan para hacer lo mejor que pueden?

Aquilino no fue a Rio. Tampoco alguna de las personas con discapacidad que protagonizaron la Marcha de las Sillas, epopeya de más de un centenar reclamando atención del Estado trasladándose a la ciudad de La Paz, desde diferentes puntos del país.  La Marcha de las Sillas superó las adversidades del clima, las dificultades físicas y el encono gubernamental, recorriendo cientos de kilómetros desde el 21 de febrero hasta el 25 de abril y permaneciendo en apronte y vigilia bajo 30 carpas en la sede de gobierno más de 100 días.   Con muertos, inclusive.  Sin lograr los 70 dólares que pedían. Ellos, que no andan si les falta un perno.




Desperté de la ensoñación de la pantalla que transmitía la ceremonia inaugural, donde se lucían los héroes verdaderos reunidos en Río, y evoqué a Aquilino. Pensé en Evo y su rodilla inútil. Moví mi hombro dislocado en recuperación y sentí vergüenza de un sistema político vacío de ideas, insensible, alejado del sentido verdadero del Estado y el bien común.

Los anormales somos nosotros, electores de discapacitados faltos de criterio y de corazón, que debemos respeto y perdón. Perdón por negar un bono ridículo que se obliga sin embargo como doble aguinaldo para otros o Juancito Pinto para la infancia a la que no se le debe regalar dinero. Perdón por ciudades sin puertas anchas, calles, accesos y veredas sin rampas, sin aceras planas y amplias, sin pasos peatonales ni barandas. Perdón por negarles la escuela y maestros preparados para enseñar en las diferencias. Perdón por la ceguera deliberada, la sordera cínica, la conciencia atrofiada. Perdón por la indiferencia, por la hipocresía, por la palmadita y olvidarlos o hacer como que no existen, o peor, despreciarlos, todos los días.  Perdón porque es culpa nuestra, culpa de todos, que los representantes de la Marcha de las Sillas y de los Juegos Estudiantiles de Educación Especial, no estén en Río.




Versión editada y publicada en el periódico La Razón

Versión editada y publicada en el periódico La Razón

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