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Yo no tengo WhatsApp

Yo no tengo WhatsApp y, según varias personas muy queridas que conozco y otras conocidas de trabajo o de la vida, me estaría perdiendo de la comunicación permanente con ellas.

A veces, a las pocas que me encuentro en ambiente social, les he dicho lo insoportable que me resulta conversar o escucharlos, mientras de pronto desvían la vista a la pantalla de su celular y no se dan cuenta que permanecen mucho más que segundos, leyendo, comentando y contestando de inmediato o bien, se les pierde la mirada al simple ding dong del nuevo mensaje recibido.

Por supuesto que no tengo ni tendré WhatsApp, un medio de comunicación que más pronto que tarde se ha vuelto una caja de Pandora del chusmerío y, desde hace rato, el arma mortal contra los derechos individuales de las personas, donde se comparten imágenes, chistes (¿?), textos y ahora, listas, haciendo de inquisidores del prójimo.

Sólo voy a comentar tres casos que me consultaron:

Uno, referido a una niña menor de 12 años, de un colegio particular «famoso», que debió ser cambiada al menos dos veces de establecimiento educativo, porque sus compañeras y las madres de ellas, le hicieron la vida imposible, por una tonta foto que subió a su Facebook, lo que la sometió al juicio lapidario, la discriminación, el acoso escolar y el veto social de su entorno, hasta que debió intervenir la Defensoría de la Niñez.

El segundo, referido a unas supuestas listas de «asesores» donde se incluía mi nombre. Primero, del Grupo La Torre, lo cual es una imbecilidad conociendo mi pensamiento y mi actuación acerca de los grupos logieros y luego, del Gobierno Autónomo Municipal de Santa Cruz de la Sierra, insinuando que la publicidad contenida en PiedraLibre y la producción de materiales educativos e informativos licitados públicamente a los que se presentó Idearia, tendría que comprometer nuestro punto de vista acerca de temas públicos, en los que tenemos un poco más de conocimiento que los detractores y sobre los que hemos tenido opinión desde nuestra propia responsabilidad en la función pública y en la vida en comunidad.

El tercero, referido a unas listas que ayer fueron denunciadas en las redes sociales, realizadas sobre casi dos centenares de personas que viven en Santa Cruz de la Sierra, etiquetándolas en tres categorías: putas, gays y drogadictos o algo así.  Hay que ser muy cobarde para «enlistar» personas, discriminarlas o juzgarlas y exponerlas al escarnio de la sociedad anónima que se alimenta del morbo, la maldad y la miseria.

Hace años apagué la televisión por razones similares.  No tengo WhatsApp y he aquí que razones, sobran. Facebook va recorriendo el mismo camino hace rato, así que también ya está entre las probabilidades, empezar a bloquear fachos de quinta, cobardes escudados en sobrenombres y perfiles falsos de perversos o mercenarios ocupados de espionaje, calumnia e insultos por encargo.

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