BlogPostales del fin del mundo

Vagamundos: Caminar, deambular, descubrir

By 01/01/2014 mayo 14th, 2018 2 Comments

Caminar es uno -tal vez el único- de los actos más libres del ser humano y uno de los más éticos, estéticos, nutritivos y placenteros.

Caminar moviendo un pie un paso y luego, el otro, el paso siguiente.

Caminar nos traslada en cuerpo y esencia de un lado a otro. Nos movemos por fuera y por dentro, a diferentes velocidades en el mismo tiempo presente y quizá viajando en retrospectiva o tal vez hacia el futuro, quien sabe.

Caminar, sin el apuro de la competencia ni la premura del encuentro, el trámite o la obligación, sin otro propósito que ir, libera el ser, los seres, que descubrimos dentro.

Caminar fue para mí un hallazgo en dos planos simultáneos:  Leyendo a los escritores que más me han enseñado, que más he disfrutado, y buscando rebelarme a un diagnóstico contundente de cirugía de mis tendones de Aquiles en 2014.  Una operación común en los futbolistas, por ejemplo, que demanda tiempo de reposo y de rehabilitación; una operación inadmisible para mi entendimiento, cuando he pasado los últimos 30 años prácticamente presa del sedentarismo.

Caminar me salvó, aún cuando la prescripción médica me sonó amenazadora: si seguía con mis intenciones de realizar largas caminatas, me arriesgaba a una rotura dolorosa y de peor período de recuperación que el previsto para una cirugía preventiva. Hice oídos sordos. Até mis tendones con fuertes medias elásticas y botines de campaña y eché a andar por la ciudad, sus calles, sus parques, sus avenidas, sus alamedas y sus anillos.

Caminar me cambió la vida que dejé atrás, paso a paso, embelesada por las sensaciones nuevas: la superación de la flojera inicial cuando aprendí que después de mis primeros diez minutos una fuerza desconocida se adueñaba de mis células óseas, musculares, articulares, dérmicas, nerviosas, cerebrales y me impulsaba hacia adelante; la delicia del corazón latiendo adelantándose al compás de la respiración; el hormigueo de la naturaleza vital vibrando bajo mi piel; mis sentidos extasiados con la maquinaria humana en movimiento; mis pensamientos felices abstraídos de las interrupciones de los ruidos molestos de las bocinas, los parlantes, los vehículos atropellándose por sobrepasar; mi sonrisa dibujada en el pecho y entre mis orejas bajo la vincha conteniendo el pelo al viento.

Caminar me hizo compañera de rutas de Virgina Woolf, de Herman Hesse, de Rousseau, de Baudelaire, de Thoreau, de Nietzsche, de Kant, de Jesús y sus apóstoles, como Santiago; de los pioneros hacia el lejano oeste, de Frederic Gros:  Andar nos enseña a desobedecer.

Me redescubrí como una «vagamundos» de toda la vida.  Quise escribir mis andares aunque muchos ya no están en mi memoria consciente. No los doy por olvidados; al contrario, creo que todo lo que olvidé se fue a otra dimensión si no se avenía a mi paso siguiente y lo que me marcó, como herida de guerra o como herramienta de aprendizaje, quedó integrado en la persona que me convierto cada día.

Gran parte de estas Postales, son caminatas por el planeta que habitamos, por donde me lleva la intuición y la curiosidad:  Ir, sin llegar a ninguna parte; reconociendo mis pasos, sorprendiéndome con la belleza, estremeciéndome con lo nuevo en medio de lo cotidiano. Ir. Hasta el fin del mundo, cada día.

 

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