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La maja chuta*

La muchacha se desnudó para vender los muebles del empresario, a través de los medios de comunicación. El dueño de los billetes que pagan al publicista y a la televisión para que se difunda la marca de sus muebles, hechos en Bolivia, es el mismo desde que el publicista se lo propuso la primera vez y vaya revuelo que causó entonces. Era otra chica, otra después. Los años pasaron. El empresario está más gordo, más calvo y viejo; el publicista más viejo, más despelucado y canoso. Ambos necesitan vender. De eso viven. El uno del cuero de la vaca, los dos del cuero de la mujer. Los tres. Ella afirma que eso la apuntala en sus proyectos.
Los muebles son cien por ciento cuero, nuevos e inaccesibles. Hechos para quien tenga el poder adquisitivo de pagarlos. Como el precio que cada muchacha, en su momento de actuación, puso a su desnudez.
Hay un público estudiado: es elitista, rico o nuevo rico, capaz de pagar el precio del sillón de la marca de la muchacha chuta, en lugar de cualquier otro del mercado. Una demanda potencial que, al parecer, no recibe ninguna crítica de sus familiares, clientes, visitantes o usuarios de los sillones en la sala de exposiciones o ya adquiridos e instalados en su despacho, su oficina, su estudio, su hotel o su mansión.  A la hora de sentarse o recostarse sobre los sillones ni les importa la imagen de la desnudez que evoca. O la evocan y hacen un comentario de circunstancia cómplice, hasta soez, un chiste para el momento, mencionando lo confortable que es el cuero, que cuánto te costó, que qué bien se está.
La venta de la desnudez es uno de los negocios más antiguos del mundo. Los desnudos que protagonizan los cuadros de los pintores más afamados de la historia son llamados obras de arte y penden de las paredes de las colecciones y los museos más prestigiosos del mundo. Sería pedagógico que las escandalizadas opiniones, repetidas hasta el hartazgo una y otra vez, agudizadas cuando la novedad es el cambio de modelo desnuda, se nutrieran de la historia de una docena de ellos, al menos.
A mí me espanta que la Coca Cola venda la felicidad como suya, encubriendo kilos de azúcar o aspartamo y otras sustancias que desconocemos y crean adicción. O que un traste en posición sexual de afiche de pelicula porno, vaya unido al alcohol que ofrecen las importadoras, las envasadoras de alcohol, las porquerías que se venden más baratas que un litro de leche en cualquier estante de kiosco, tienda, restaurante, chichería, rocola o supermercado y envenenan sin decirlo en el envase a tanto ignorante y a tanta juventud. Eso es inducción a la violencia. Lo dice la teoría de la imagen, la criminologia, la psicología. Lo dice cualquier clase básica de prevención.
Otra vez, el falso debate sobre la desnudez. El falso desgarro de vestiduras. La indignación de la falsa beatitud. El pronunciamiento de los falsos autorregulados dueños de la libertad de expresión. La falsa institución de la información, la entretención y la cultura de los medios de comunicación.
Al grano. ¿Cuántos de los detractores han solicitado a los Gobiernos Municipales involucrados y a la Autoridad de Telecomunicaciones la suspensión de la difusión de la venta de desnudez por cualquier concepto a través de los medios de comunicación en los espacios regulados como aptos para todo público?

 

*Chuta, desnuda en el habla popular cruceña

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