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Yo apoyo a mis médicos bolivianos

Gracias a un médico boliviano que la operó y le reemplazó la cabeza del fémur en la cadera, mi madre hoy camina y no está lisiada. Ese médico opera lo mismo cientos de veces hace 30 años en el Hospital San Juan de Dios.

Gracias a un médico boliviano que se dio cuenta en media intervención, que el filtro de la vena cava que atravesó el corazón de mi madre venía fallado de fábrica y lo retiró para mostrárnoslo con el pecho bañado en sangre en la puerta del quirófano, mi madre está viva y superó la trombosis con tratamiento.


Gracias a un médico boliviano, mi padre fue salvado de morir de una diverticulosis horrible por la que se desangraba. (Gracias al sistema de salud del SINEC, no del médico, mi padre tiene una cirugía programada de hernia abdominal diagnosticada hace meses para abril de 2018, por falta de espacio en los quirófanos … ¡a los 81 años!)




Gracias a un médico boliviano que me controla el hipotiroidismo, estoy viva.


Gracias a un médico boliviano nacieron sanos mis tres hijos menores y gracias a una médica española que fundó el Hospital de la Villa Primero de Mayo hace 40 años y es más boliviana que muchos porque atiende desde entonces a los bolivianos pobres, escuché por primera vez el latido de mi hijo mayor y nació en la Maternidad con un joven médico boliviano recién llegado de sus estudios en el exterior.


Gracias a un médico boliviano ya jubilado, miles de niños como los míos atendidos y operados en el área de Pediatría de la Caja Nacional están sanos.


Gracias a un médico boliviano que me operó una hernia inguinal en situación de emergencia, no sólo estoy viva sino que no quedó marca.


Gracias a mis médicos bolivianos.


Hoy ellos están en la calle desde hace un mes porque rechazan perderlo todo por la aprobación del artículo 205º del Código Penal que los criminaliza y además pone en riesgo su patrimonio familiar. Evo Morales los llama negligentes confesos porque luchan contra la injusticia que generaliza la negligencia como un principio de culpabilidad ante el que cualquiera deberá demostrar su inocencia. Por los casos de negligencia, se presume primero que todos son culpables. Todos procesados hasta que los inquisidores determinen que eran inocentes, en un país en el que un juicio lleva cinco años como promedio, te roba la vida y te exacciona toda la cadena de operadores de la (in)justicia, empezando por los abogados que lucran de la desgracia ajena.




Los médicos no son abogados ni jueces, como los recién nombrados a pesar de que perdieron por sufragio popular, en la que la población anuló el voto en repudio, sin elegirlos.


Hoy ellos, mis médicos, están en la calle luchando por seguir salvando vidas sin miedo a perderlo todo y junto a ellos, porque les agradezco y pienso que por un culpable, jamás será justo un inocente que sufra, yo resisto.

Maternidad «Percy Boland», 1981



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