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El valor de las cosas robadas

“…Si me levanto temprano, fresco y curado, sano y feliz… Pero si un día me demoro, no te impacientes, yo volveré más tarde. Será que a la más profunda alegría me habrá seguido la rabia…” (Días y flores, Silvio Rodríguez)

Alguien robó mi computador y, con él, se llevó una telita roja de algodón, a manera de individual, que bordé en punto cadenita con flores de colores en la primaria. Quiero mi trapito que guardé 35 años. Con él envolvía mi pequeño computador, compañero de viajes y escritos, y era el infinito mantel de mi espacio de letras. Pobre ladrón que hace llorar mi corazón.

Sepa el ladrón que se llevó mis poesías, mis proyectos, mis viajes, mis escritos más queridos, si lo hace feliz… me asesinó un poco.

Nada tienes que temer, al mal tiempo buena cara, la Constitución te ampara, la justicia te defiende, la policía te guarda, el sindicato te apoya, el sistema te respalda y los pajaritos cantan y las nubes se levantan… Y vigila el horóscopo y el biorritmo… Y si a pesar de todo, la vida te cuelga… recuerda que pisar mierda trae suerte… (Toca madera, Joan Manuel Serrat)

Creo que las cosas robadas hay que dejarlas ir: si te roban, el celular o la billetera de la cartera, tirá la cartera; o la compu, en este caso… Los documentos dan rabia porque tenés que gastar tiempo imprevisto en trámites insoportables; tu lista de contactos del celu te da bronca porque tenés que pedirlos uno a uno y tratar de reconstruirla… Las “cosas” en sí no valen nada, salvo el contenido que es importante para una. En este caso, la bronca inicial fue pensar que me costó muchos meses pagar ese pequeño computador querido y que quien lo robó no fue por hambre sino por vicio: mi trapito estará botado en algún basurero y mi computador manoseado por quiénes sabe.

La vida empieza a cada instante y todo lo nuevo está por escribirse.

Tal vez lo que allí había tenía que terminar de irse. Tal vez, también.

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