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Dos millones de habitantes para dos librerías

La cultura es un concepto tan amplio como maravilloso. Para la UNESCO, «…la cultura puede considerarse actualmente como el conjunto de los rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad o un grupo social…» De aquí, podemos colegir que cultura es todo producto del ser humano.

La escritora boliviana Liliana Colanzi llegó a la 19ª Feria Internacional del Libro de Santa Cruz de la Sierra, al igual que sus pares Magela Baudoin y Giovana Rivero, las tres en un momento importante de sus vidas literarias por el salto que han dado sus obras con diferentes premios internacionales y los lugares académicos que ocupan. Admirables para sus lectores y las letras bolivianas; envidiables, criticables y hasta menospreciables para el abanico del pequeño gremio de escritores.  Liliana también trajo novedades editadas bajo su flamante sello Dum Dum; Magela y Giovanna presentaron dos nuevas obras de lujo impresas con su editorial Mantis. Giovanna recibió, además, el Premio Dante Alighieri en el marco de las actividades programadas por la Cámara Departamental del Libro, y las tres fueron protagonistas de la FIL 2018, un rol que en otras versiones fue extrañado – creo que hasta reclamado- y que esta vez, por decirlo de algún modo, se adueñaron de las palestras de la narrativa y cada jornada ferial. Bien por ellas, bien por la Feria del Libro, bien por Bolivia, bien por todos.

La noche del debate propuesto por Liliana Colanzi bajo el título «Dos librerías para dos millones de habitantes» venía caldeada desde el anuncio en las redes sociales y los medios de comunicación.  Las críticas y las consignas llovieron en seguida, a continuación de su invitación. Que no son dos librerías, que hay más. Que no se trata de las librerías religiosas ni las de literatura pedagógica o especializada ni de las de saldos. Que está invitado el Ministerio de Cultura y si no aparece estará su silla vacía.  Pimienta para lo que pudo ser el inicio de una larga discusión.

 

La primera parte fue la lectura de una especie de manifiesto compartido por los moderadores, donde lo central era una interpelación al Ministerio de Culturas (ausente), al Gobierno Departamental (ausente y no invitado) y a la Alcaldía (presente con William Rojas, Director Municipal de Bibliotecas) por ausencia de políticas culturales o la falta de presupuesto para las mismas; a El Deber por la disminución de páginas de cobertura cultural y a la realidad por la falta de librerías «completas» (todos los géneros literarios) aparte de Ateneo y Lewy Libros.

Las premisas del manifiesto son discutibles desde el vamos. Sin embargo, lo curioso para mí fue que esperaba escuchar a Magela Baudoin contándonos su experiencia como copropietaria de la malograda librería Trapezio, que debió cerrar por falta de clientes, de lectores, de ventas; a Peter Lewy exponiendo como representante de la Cámara Departamental del Libro una radiografía que desgranara la afirmación del título del debate; a Roberto Dotti, lo mismo. Nunca supimos de parte de la Cámara Departamental del Libro cuántas librerías tenemos en Santa Cruz de la Sierra, tampoco lo dijo El Deber -uno de los pocos medios masivos de comunicación locales que hablan de letras.

A William Rojas siempre le faltará tiempo para hablar de la impresionante Red de Bibliotecas Municipales que se ha construido en los últimos años, de las fallas y los aciertos y sobre todo, del trabajo que hacen a diario con las limitadas condiciones de funcionamiento y nula preparación profesional de los valientes bibliotecarios. De hecho, ha recibido el Premio 2018 de la Feria Internacional del Libro de Santa Cruz de la Sierra. Para apoyarlas hay dos formas en que todos podemos hacerlo: una, hacer uso de sus servicios conociéndolas, promoviéndolas, visitándolas; dos, escribir a la Comisión de Cultura del Concejo Municipal pidiendo su equipamiento y los recursos necesarios para garantizar su trabajo y asistiendo a las reuniones vecinales de elaboración del POA (julio-agosto) donde asegurar la demanda.

En una segunda vuelta de intervenciones en la mesa, Liliana quiso concluir con resultados -los que tenía previstos- como que Roberto Dotti le asegurara que no disminuirían los centímetros por columna de la cobertura cultural del diario (que él se encargó de desmentir de que eso hubiera sucedido); que la Cámara del Libro viera cómo fomentar la industria cultural y que la Alcaldía incremente su presupuesto de adquisición de libros, dando como ejemplo los que ella no había conseguido en las bibliotecas.

La directora del Museo de Historia e historiadora Paula Peña, en su artículo Bibliotecas, librerías y lectores, publicado en El Deber, se introduce a la crítica de la invitación de Liliana Colanzi partiendo de la cita del «brillante ensayo La fuerza de lo falso, de Umberto Eco, donde demuestra cómo muchos relatos tienen la virtud de presentarse como verdaderos, mucho más creíbles que la realidad. Uno de esos relatos que se ha presentado como verosímil es que en Santa Cruz no hay bibliotecas, no hay librerías y que a la gente no le gusta leer.» Yo no sé si le gusta o no le gusta leer ni en qué dato sustenta Paula lo contrario, pero con mi propia experiencia estudiantil personal, como madre, abuela, tía, alumna, tallerista, empleada del sector privado y del sector público, periodista, librera, expositora en la Feria del Libro, panelista, política, activista, amiga, consultora, asesora, aprendiz, vecina, caminante, afirmo que esta es una sociedad que no tiene el hábito de la lectura. Los ejemplos saltan a la vista en la vida diaria y ameritan otro texto.  Lo confirmo con las entrañables excepciones que conozco, por supuesto, y sus entornos.

Conozco el trabajo diario y de muchos años de Paula infundiendo a estudiantes de la Universidad Autónoma Gabriel René Moreno el amor a la investigación histórica y social. De hecho, no sé quién más lo hace en Santa Cruz con tanto denuedo. Ah, sí. Por supuesto, Claudia Cecilia Vaca -muy visible antes de su partida a una maestría hermosa en Santiago de Chile-, que gestó la Biblioteca de San Ignacio de Moxos, es una gran activista de la promoción de la lectura a nivel popular y a través de la red municipal de bibliotecas y a quien mi hijo tuvo la buena suerte de tener como profesora de literatura, hasta que debió renunciar porque al colegio le parecía raro que hiciera leer a los alumnos en la cafetería. Alejandra Barbery que pinta y escribe historias con los pequeños en una aventura de lectura por los poros, la voz, los colores y el aprestamiento con los lápices en esa edad del juego y de la ósmosis casi sin filtros. Y así, estoy segura que hay muchos ejercicios literarios en esta sociedad de dos millones de habitantes.

En la Feria del Libro de Santa Cruz de la Sierra, la mayoría de los expositores no son librerías de Santa Cruz de la Sierra.  Nos deleitamos al conocer los esfuerzos de autores locales y nacionales por presentar su producción; conocemos o reconocemos a las pequeñas y a las grandes editoriales exhibiendo los más diversos géneros literarios; descubrimos novedades que eran desconocidas el año anterior y también la perseverancia de quienes no faltan desde hace ya casi 20 años. De ahí a presumir que por el tamaño de la Feria del Libro y por la afluencia de visitantes, Santa Cruz lee, hay poco más que un abismo de distancia. Y concuerdo que hablamos de leer, cuando Paula dice que es lo mismo la literatura -aunque haya quienes la clasifiquen en buena y mala, de autoayuda y alta literatura, etc.- pero no en los términos que ella expone, porque si bien se trata de un acto privado tiene una gran porción de resultado social. Leemos por muchas razones pero la esencial es la que se traduce en la comprensión lectora, en la capacidad de decir el idioma en voz alta y de modo que el otro nos entienda, de articular pensamientos más complejos y construir los propios. Me extraña que una académica explaye el libro pirata como un sustento de reconocimiento de una librería. No creo que los medicamentos en la caja registradora del supermercado sea una farmacia ni una vagoneta repleta de discos compactos de videos sea un cine.  Que es la realidad, la es, ni duda cabe, pero no son librerías.

En el debate «Dos librerías para dos millones de habitantes» se dijeron muchas cosas que son desoídas en el artículo de Paula y también en el comentario compartido por la poeta y gestora cultural Claudia Vaca en su perfil de Facebook.  No entiendo dónde está la ofensa cuando se propone un debate. Si hay un manifiesto que se funda en bases erradas, como apuntar a que la apertura y cierre de la librería de Magela marca un antes y un después de la lectura o que el presupuesto de alguna institución va a mejorar las cosas, como si no se estuviera haciendo nada, es de esperar de los intelectuales que se munan de datos para expresar lo opuesto o lo distinto.  El presidente del Grupo Editorial La Hoguera, una de las industrias culturales más meritorias y reconocidas en el país, Alfonso Cortez, hizo otro aporte importante un par de viernes atrás desde su barbecho y así creo que se construyen las ideas. Extrañé en el debate la presencia de ambas gestoras culturales, tanto como la invitación a las editoriales educativas (fundamentales en las jornadas pedagógicas), al Ministerio de Educación, a otros protagonistas de la cadena de la lectura, a los impresores de los libros piratas, a los mediadores de la lectura, en fin. No perdamos la perspectiva. Hay esfuerzos reconocidos.  Y hay bachilleres que no saben leer en voz alta, niños de fin de primaria sin comprensión lectora y padres que no han leído un solo libro en el último año (ni el que cursa su hijo), profesores que reparten fotocopias, docentes universitarios que también, kioscos de libros piratas en la Gabriel y fotocopiadoras de «libros» express en la avenida Centenario y en todas las universidades y sus alrededores, alumnos universitarios que fotografían la exposición proyectada del power point del profe en la pizarra, pocas personas que salidas de la escuela ejercitan la escritura manuscrita, carteles por toda la ciudad con faltas de ortografía que no se corrigen, etc. El cuaderno de primero de primaria lleva pegado un recorte fotocopiado que dice lea y copie. Es largo y amplio el tema y no se reduce a una élite literaria que no recibe una sola reseña crítica en los medios masivos porque nadie la lee ni los medios masivos promueven el oficio de crítico literario contratando eventualmente a lectores que puedan hacerlas.

Lo que sería avanzar a mi entender es que para decir cada una su porción de verdad debería bastar con su aporte y su interpelación. Esa impronta de descalificar al que piensa diferente, acertada o equivocadamente, tendría que ser superada en aras de situar la discusión entre personas que construyen un horizonte cultural en la amplitud del conocimiento, el manejo de las palabras, la práctica de habilidades propias del lenguaje y la literatura.  Incluso vi un comentario de un autor prolífico que lo desnuda en medio del debate:  «Eso es hacer promoción de la lectura y no criticar cuando se viene de vacaciones y mirar con una perspectiva extraña a la realidad cruceña, con soberbia y arrogancia propia de quien se cree una estrella sin tener un firmamento para brillar.» Qué casta que se encarga de sobrevivir con adulos o camarillas, en vez de construir uniendo objetivos colectivos con argumentos.

 

«El libro más vendido de Bolivia» lo presentaba su autor en la Feria Internacional de Santa Cruz de la Sierra hace unos días.

 

Un paso adelante es el que da el escritor Alexis Argüello, crítico y en movimiento:  «Yo hice esto, yo hago esto, mis amigos hicieron esto. Bla, bla, bla. El otro no hace nada y es arrogante e irresponsable. Bla, bla, bla. Claro, como los esfuerzos individuales son lo único que necesitamos todos y no políticas culturales (centrales, departamentales, municipales) que incidan económicamente a la producción y consumo cultural en el corto, mediano y largo plazo. Típico que más que contrastar datos lo que hacemos es sentirnos aludidos cuando no ignorados en lo que hacemos por y para fines que son «altruistas», sí, pero apenas en el discurso. La lectura si no es crítica, siendo autocrítica primero, no es más que un ejercicio motriz y repetitivo, apenas eso. Lo del número de bibliotecas y sus limitaciones lo dijo William en el intento de debate que aconteció en la FIL, intento de debate que ojalá no termine en nada o, mejor dicho, en algo más, porque hasta ahora los únicos frutos que veo son paupérrimos y, predecibles, pues vienen de gente que se siente aludida.»

No sé cuál es mayor despropósito, si apuntar a Liliana por estar doctorándose en Cornell -como si crecer en otro país fuera un reparo- o responder a su provocación con ideas más amplias, como asumir que somos dos millones de habitantes que algunos creen que leen pero otros creemos que por la falta de lectura, de comprensión lectora, de composición del triángulo amoroso (lector-mediador-libro de la prefectura) del que nos habla la colombiana Yolanda Reyes, nos está comiendo la historia sin datos reales de qué libros se leen, cuántos se venden y quiénes los compran, la tradicional falta de carreras locales de literatura, filosofía, antropología, historia, bibliotecología, museografía, física, matemáticas.

No se trata de despreciar o no darle su sitio al libro barato pero ésta es una sociedad que tiene muchos con capacidad de renovar celular cada vez que aparece un modelo nuevo sin precisarlo.

No es sólo el librero pirata que te ofrece tener fotocopiado para el día siguiente el libro que no tiene.  Es la cabeza sin hábito de la diferencia de leer una fotocopia o una pantalla, a buscar un espacio grato donde disfrutar el sentido del tacto en las tapas de los estantes, el olor a hojas encuadernadas, el silencio templario, el ensimismamiento de transportarse. Están las bibliotecas, con sus tropiezos y sus carencias, pero andando mientras siga William a la cabeza.  En el famoso debate anunció que pronto se jubila y no hay técnicamente NADIE en esta ciudad preparado para asumir con preparación su cargo. Eso sí que es una realidad contundente. ¿Qué hacemos en una ciudad sin bibliotecarios de profesión?

La ecuación es a la inversa:  Sin lectores que las demanden, no hay librerías.

 

Debate «Dos librerías para dos millones de habitantes» transmitido por Periodista Virtual.

En el minuto 21:25, Cristian abre el uso del micrófono para participar y agradezco su mención después de mi comentario: «la Ichaso parece que dijo algo interesante».

 

 

2 Comments

  • Claudia Bowles dice:

    Muy bien Gabriela! Creo que tu texto incluye muchos más aspectos que los que se discutieron . Tu perspectiva es incluyente y conciliadora. Dejar el aire ‘elitista’ es necesario; crear lectores, es fxundamental… arduo trabajo..

    • Gabriela Ichaso dice:

      Gracias, Claudia querida, por tu comentario. Vos también hacés lo tuyo. Y es mucho. Nos falta el hilo de hilván…

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