El 26 de enero de 1977 conocí lo más parecido al fin del mundo, según relataban las creencias que leí, anteriores a la teoría de la redondez del planeta. Por un instante pensé que los antiguos debieron llegar a la frontera argentina colindante con Bolivia para sostener que la Tierra era plana, la sostenían cuatro elefantes y una tortuga de mar. Mi padre había decidido dejar la patria que lo cobijó 20 años, le dio ingeniería universitaria, un trabajo digno en una empresa sólida, esposa, tres hijas y un hijo, para volver a la Santa Cruz prometida, la que la…
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